Mariana Enríquez
Acaba de aparecer el nuevo libro
de cuentos de Mariana Enríquez, y quiénes la hemos ido leyendo a lo largo de su
trayectoria literaria percibimos en la lectura de sus relatos algo que cuesta
definir y que se parece bastante, a esos pensamientos que podemos tener de
cuestionable moralidad, y que nos inquieta muchas veces compartir. El morbo en
su justa medida.
No resulta sencillo escoger un
cuento por sobre otro, decir que este me gustó más, o que aquel resultó un
cuento soberbio, y ese otro es apenas un
relleno, sería injusto.
La mecánica de los cuentos de Mariana
nos introduce con mucha (demasiada) naturalidad en los hechos cotidianos y las
relaciones humanas. En ellas hay cierto agotamiento, cansancio, desidia y
disconformidad, y entonces ocurre algo.
Puede ser que aparezca una
persona con alguna particularidad en su andar o le falte una parte de su cuerpo,
un animal que se comporta de manera extraña, una casa cerrada y tapiada o una
ruta poco concurrida, también un objeto que no podemos dejar de observar.
A partir de este momento ese
elemento, o persona, o animal, nos irá guiando por la historia a un desenlace
que el lector advertirá, se produce primero en su mente, es decir antes que lea
la última frase del cuento.
Y acá radica lo mejor de la
escritura de Enríquez. Ella logra mantener “incómoda” nuestra lectura, las
cosas que cuenta Mariana incomodan, y en esa incomodidad tomamos la decisión de
concluir inconscientemente el relato, y nos equivocamos, porque cuando llegamos
al final, aquellos pensamientos de cuestionable moralidad y cierto morbo, han ocurrido
dentro nuestro, y los relatos concluyen con la misma naturalidad (demasiada)
con la que habían iniciado.
Mariana Enríquez
Anagrama, 197 páginas
Cuentos
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