miércoles, 14 de diciembre de 2016

LAS PIERNAS DE MAMÁ


Primero fue el bastón, algo que pasaba bastante desapercibido. Un bastón de aluminio marrón con un taco de goma y una empuñadura plástica. Creo que mamá solo andaba con un poco de artrosis, pero todavía nunca se había caído. Cuando se cayó y se quebró la cadera del lado derecho, y la operación salió mal, apareció el andador. Era un artefacto ancho como si fuera un pedazo de baranda con dos rueditas abajo que mamá empujaba, y cuando debía dar el paso con el pie malo  –el derecho- descargaba todo el cuerpo sobre la “baranda”. Resultaba incómodo para circular adentro de la casa, chocaba con los marcos, con las puertas entreabiertas y rayaba las paredes del pasillo. Para ir al baño era una verdadera odisea, por momentos no se sabía si entrar de costado, de frente, o dejarlo afuera.
Me parece que después vino un cierto tiempo de mejoría, donde mamá se acostumbró otra vez a depender solo del bastón marrón y el andador quedó olvidado en el quincho del fondo juntando polvo. Pero un descuido cuando estaba por darse una ducha le quebró la otra cadera, y aunque en este caso la operación salió bien, estas cosas hicieron que mamá se fuera quedando más quieta. El desánimo hizo el resto. Ella ya no intentaba recorrer la casa y sus rincones ordenando y recogiendo las cosas abandonadas o tiradas. Dejó de preparar comidas. Apenas calentaba el agua en la hornalla. Ambos brazos que debido a la artrosis habían perdido movilidad, se le fueron pegando más al cuerpo y le costaba incluso levantar la pava unos pocos centímetros para cebarse un mate.

El resto es conocido. El tiempo pasó y a pesar de las visitas periódicas del médico y de la kinesióloga y de que ella incluso se resistiera llegó la silla de ruedas. Al principio se resistió a sentarse en ella, pero cuando vio que no tenía alternativa para salir de la pieza, dejó que la sentáramos y la lleváramos como si fuera un chico. Me acuerdo de esa primera mirada de mamá mirando sus piernas sentada en la silla de ruedas, del suspiro que hizo, y de las palabras que no dijo cuando llegamos al patio.