domingo, 4 de junio de 2017

FLORES Y CORONAS PARA ANA MARIA

Cercanos al día del escritor aprovecho para contarles y compartirles sobre lo que estoy escribiendo.
Hacia finales del año 2015 a mamá le diagnosticaron un tumor en el hígado, el doctor nos dijo que se iba a morir, recuerdo el momento. Era una mañana con mucha luz natural colándose por los ventanales del hospital. Estábamos en el pasillo cerca de la habitación de Ana María, y cuando el doctor comenzó a hablar mi hermana se fué con la excusa de ayudarla, no quiso escuchar. Unos meses dijo el doctor, había algo que hacer, nada, medicada y entubada quizás prolongarle la vida algún mes más. Pensé que lo mejor era que volviera a su casa, mi hermana estuvo de acuerdo. Y así transcurrieron casi diez meses del año 2016 hasta que en octubre Ana María falleció. Durante ese tiempo la tristeza por momentos se alargaba y luego remitía, yo andaba agotado física y mentalmente, los viajes entre Buenos Aires y Bahía Blanca, la incesante y necesaria rotación de las enfermeras. El avance de la enfermedad le iba paulatinamente minando las fuerzas y las libertades del cuerpo hasta casi postrarla, mientras la mente perseveraba ágil e inteligente y reptaba por crucigramas y montones de novelas, hasta que hubo que aumentarle la dosis de medicamento por los dolores y le afectó la vista, y los ojos se le escaparon del centro habitual y comenzó a usar anteojos oscuros. Pero Ana María no se doblegaba, para ella eran circunstancias que había que superar, e increíblemente las superó. Disfrutamos de extensas conversaciones pero también de mansos silencios. Mi familia también pudo cada uno a su manera estar con ella, y en esos momentos yo “espiaba” desde un lugar de privilegio como Ana María se alegraba y pensaba cómo podía ser posible, porque ella tenía que saber que tenía fecha de vencimiento. La otra parte de la historia de esta novela que estoy terminando tiene que ver con mi hermana, que siempre vivió con Ana María, y que no pudo formar una familia o encontrar su independencia. Ella perdió muchas cosas con la muerte de mamá, y la soledad comenzó a hacer mucho ruido en aquella casa de calle Casanova al 500 de Bahía Blanca, y entonces hubo que internarla. De esto hace casi tres meses. Nos vemos seguido, voy a la clínica, charlamos casi siempre de los mismos temas mientras tomamos unos mates. Ella todavía no puede salir libremente. Sé que la recuperación de mi hermana va a ser lenta y he comenzado a aceptar la vida como viene dándose, es mucho el esfuerzo algunas veces por sonreír. 
FLORES Y CORONAS PARA ANA MARIA, título de la novela que estoy terminando, tiene que ver con una imágen, que fué la ausencia de las flores y de las coronas habituales que suele haber en los velorios. La escritura es mi objetivo diario, ver el cursor titilar en la pantalla, o el cuaderno apoyado en la mesa, el teclado o la birome aguardando, los momentos en blanco suelen ser muchos, pero cuando el teclado realiza su característico ruido o la biorme garabatea el cuaderno, se respira, cuando se termina esa página o acaso unos pocos renglones y cierro el archivo o guardo el cuaderno, me siento mejor y soy además un poco feliz. Por eso celero el día del escritor desde estas palabras y para ser compartidas.
(extracto) La mañana que llevan a Ana María al cementerio hay sol y sopla el viento. Cuatro hombres pulcramente vestidos ingresan al ambiente donde nos encontramos, apenas son las nueve. Se detienen a solo unos pasos del cajón y nos miran. Yo los miro y luego miro a mi alrededor. El silencio de los que ahí estamos es tangible, alguien tose para romperlo y de alguna manera asiento con un pequeño gesto de la cabeza al grupo de hombres. Entonces un par de ellos salen y vuelven con la tapa del féretro. Miro a mamá que parece dormir, hay serenidad y una sonrisa suave en su rostro de cera. Miro los zapatos lustrados de los hombres, los trajes oscuros, sus moños color morado. Los hombres se ubican cada uno en un extremo y colocan la tapa. El líder del grupo mira a su alrededor, recoge el único ramo de flores que hay y lo coloca sobre la madera lustrada. Salen. La rapidez con que han hecho todo ni siquiera nos da margen para la lágrima, mientras advierto que a partir de este momento solo voy a verla a mamá en las fotos.

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