viernes, 12 de mayo de 2017

CULPA


Es inevitable volver a los hechos pasados, a pensar, a recordar, a buscar motivos, y a no encontrar respuestas.
Es inevitable sentir culpa, y después de sentirla, de decir hice todo lo posible, después de intentar convencerte, no poder lograrlo.
Con mi hermana charlamos cada vez más, también eso es inevitable. Antes nos veíamos una vez al mes, en ocasiones menos, ahora nos vemos cada dos días. Las charlas se desarrollan sin riesgos buscando la temática de siempre, que hiciste, como estás, que hay de almorzar o que comiste según sea la hora de la charla. Las otras internas pasan delante de nosotros y me miran, algunas que ya me conocen me saludan, también me saludan las enfermeras y los administrativos de la planta baja.
Es inevitable sentir culpa cuando mi hermana me dice Dani no aguanto más, acá de a poco me estoy muriendo, y entonces pienso en uno de aquellos días en los que me gritaba su locura y los ojos se le volvían negros como los de las películas de terror y me escupía “estoy loca”.
Es inevitable sentir culpa cuando me iba de Bahía Blanca, y les decía vuelvo en dos semanas.
La vida a pesar de todo sigue, algunas veces me molestan las risas de la gente, otras veces esas risas son la cuerda para salir de esta culpa.
Ya no me sirven las palabras amables, los gestos de apoyo, y que quizá después de mucho andar la obra social pague lo que no quiere pagar, no me sirve que me digan que hice mucho más de lo que cualquiera podría haber hecho viajando durante año y medio a Bahía Blanca cada dos semanas, acompañando a Ana María, tolerando los estados de ánimo de mi hermana, viendo a una ir muriéndose poco a poco, y viendo a la otra triste a veces, eufórica otras.
Nada me sirve, la culpa sigue ahí incluso cuando entro con ella a terapia para abandonarla, incluso cuando salgo de la sesión pensando que ya no la siento. La culpa está, es mía, es de ella, es de nuestros padres, ¿seremos la culpa de nuestros hijos?
Es inevitable sentir culpa. Así me siento, culpable, luchando contra ese sentimiento y esperando el llamado del Doctor que me diga que ella está mejor y que después de dos meses va a poder salir unas horas.

Así me siento, aguardando que la culpa me abandone. Convencerme que hice lo que pude y no deseando estar pasando por lo que estoy pasando. Culpable de que mi hermana esté cuidada pero encerrada, y yo, libre pero también de alguna forma encerrado. Y escuchándola ayer y quizá hoy diciéndome: “Vivo porque vivo. Mi vida no tiene sentido”.