lunes, 9 de mayo de 2016

SEÑALES 1

Pocas veces teníamos la fortuna que alguien viniera de visita a distraernos. Al menos, unos minutos o acaso una hora, y hoy me doy cuenta que tanto Ana María como yo, buscábamos esos momentos para olvidar un poco el tiempo que vivíamos, o el tiempo que le quedaba por vivir a Ana María. Como en la tregua de una batalla que seguiría, relajábamos nuestra mirada, los músculos y el pensamiento. Conversábamos las banalidades que la vida crea cuando se desconoce e ignora cierta fatalidad, tonteábamos, pero no había ironía ni burla en ello, llegábamos a convencernos que quizás esa era la forma más feliz de que los minutos pasaran, claro que cuando esta persona extraña a nuestro dolor se iba, éste resultaba más filoso y dañino, ya que se ponía en evidencia la farsa de la hora anterior, y entonces, el silencio se adueñaba de nuestra boca, y los movimientos se volvían torpes, dejábamos de mirarnos de frente, decíamos que estábamos agotados por la jornada, recordábamos un par de frases y simulábamos que debíamos irnos rápido a descansar, porque el día terminaba y mañana sería otro nuevo, una pequeña guerra distinta pero con ciertas similitudes, que nos encontraría escépticos pero dispuestos, porque durante la noche y la madrugada el inconsciente de cada uno construiría sin prisas y sin pausas, la personalidad necesaria para tal fin. Y así amanecía y nos levantábamos otro día, una vez más, esperando que llegara la próxima visita o que mamá muriera.

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