Pintora, nació en Berlín en 1917 y murió en Auschwitz en 1943.
La imagen que
ilustra la tapa del libro que noveló David Fuenkinos (Charlotte, Alfaguara, 2015) me
conmueve, es Charlotte a una edad incierta que puede estar alrededor de la
veintena de años. En la pintura, una estela de corazones surge de su mente.
Ella está de rodillas y sentada sobre sus piernas, se la ve sumergida en un estado
intenso de introspección. A pesar del colorido del conjunto, una triste
nostalgia invade al observador. La pintura de Charlotte Salomon es colorida, y su trazo, además de ciertos
rasgos en la fisonomía de las personas que ilustra, me hacen recordar a Van
Gogh.
Suelo ingresar a
determinados libros con precaución, quizás advertido por una reseña o el comentario
de un amigo. Ya en la librería recorro las mesas evitando la ayuda de los
vendedores, voy descubriendo los títulos y tapas que llaman mi atención.
Siempre reflexiono sobre la importancia de un título o una buena tapa. Agarro
el libro y lo sopeso, es lo primero que hago, a continuación leo la contratapa,
cuidando de evitar los comentarios siempre elogiosos de críticos, autores
reconocidos y periodistas. Si lo leído sostiene la expectativa de origen, lo
abro, paso las hojas, testeo la calidad de la edición y leo como empieza.
Es curioso como
una vida de escasos 26 años, cuya existencia se desarrolla en los bordes de la muerte y es acechada por la historia de
suicidios familiares, logre arrancar esas paletas de colores. Charlotte pinta
este cuadro, y parece decirnos que el amor es una actitud interna, una apuesta
obligada. Una honda nostalgia surge de su obra. El amor es posible, a pesar incluso
de la muerte, de su muerte, de su propia muerte. Es ese amor el que la sostendrá
y la ayudará a pintar una obra especialmente diferente, y es la pintura la que
la alejará del horror que invade a Europa. En 1942 Charlotte le entrega a un
doctor amigo un cartapacio con la obra, le dirá: “Es toda mi vida”. Poco tiempo
después, los alemanes la capturarán en el sur de Francia y será llevada a un campo
de exterminio.
Conmovido por la lectura de la novela de Fuenkinos,
valgan estas líneas homenaje,
a su lucha por la vida misma.
a su lucha por la vida misma.
