Desocupados - Antonio Berni
La cosa es más o menos así. En
el momento menos pensado te cae como un piedrazo un pensamiento brillante. Pero
esto precisamente ocurre cuando todavía estás un poco dormido. O quizás puede
ser que estás demasiado cansado y durmiéndote mirando el techo en medio de la lúdica
oscuridad de tu pieza y sonreís estúpidamente. Nadie puede verte y la atmósfera
donde estás sumergido contiene cierta extrañeza, no hay sonidos, el tiempo
pasa, eso es casi seguro, hay cierta certeza de que los minutos corren, pero
vos estás regido por otras leyes que modifican la realidad, tu duermevela se
parece mucho a dos personas que están haciendo el amor, y lo sensorial es estupendamente
placentero. Cómo explicarlo. Hay lucidez
y entrega, relajación y claridad, pero basta un instante para que todo se
escabulla como una brisa rápida y esquiva y te quedes ahí acostado, sentado o
de pie sin saber que hacer, como si alguien hubiese hurtado un momento feliz de
tu vida. Hay algo de melancolía y desasosiego en tu forma de esperar encontrar
lo que tenías hasta hace solo un momento. Pero finalmente comprendés que no vas
a poder dar con ello, y como un chico que esperaba un tren eléctrico y ha
recibido una caja de lápices de colores, suspirás y mirás a nadie, porque estás
solo con tu tristeza y vas a lavarte la cara. La puerta cruje un poco cuando se
cierra confirmando que todo se ha perdido en algún lugar de tu cerebro, que
cada ruido que escuches, que cada palabra que digas, que cada acción que
ejecutes son pasos ineludibles que te alejan y distancian de aquello que te
hacía sonreír tontamente sin saber que era. Y cuando te mirás al espejo y ves a ese hombre con
el pelo revuelto, la cara marcada todavía por los pliegues de la almohada y los
ojos muy abiertos, pensás que es otra piedra que cae haciendo ruido, una piedra
que no trae nada brillante, sino una que hay que llevar a trabajar dentro de un
rato, una piedra que saldrá como otra mochila que llevás al hombro, que
esperará en el andén una formación de trenes a la que pueda subirse, una piedra
que será empujada y que empujará a su vez, una piedra que intentará buscar un
mínimo espacio entre los codos, las carteras y las mochilas, las panzas y los
brazos, una piedra que no tiene forma de piedra pero que es dura e indiferente
a tu persona.