A 50 años de su
publicación repasamos este rasgo tan particular de Cortázar de ver las cosas.
Portada de la primera edición de Rayuela (1963)
Le escribe Cortázar a Francisco
Porrúa:
“Y ahora vamos a ponerle
la tapa al libro. ¿Conque estudiando la cosa con Esteban y, por un breve
minuto, creyendo que la rayuela quedaría mejor de pie?
…
No, che, yo creo que así
no va.
…
Imagináte que acabás de
comprar, haciendo un loable sacrificio, un ejemplar de Rayuela, y que sin
perder un instante te has sumido en su lectura. Si sos un hombre normal,
sostendrás el libro con la mano izquierda, mientras la derecha se ocupa de dar
vuelta las páginas, ir y venir con la pipa, alternándola con los tragos de caña
Mariposa que te habrá servido tu mujer, y de cuando en cuando hacer una ademán
de admiración que agita el aire de la estancia. Bueno, quedamos en que tu mano
izquierda sostiene el libro. Parte de la palma y la raíz de los dedos se apoyan
en la carátula, es decir en la Tierra. Pero la parte más espiritual de tu mano,
la punta de los dedos, la sed y la ansiedad que viven en la punta de tus dedos,
buscan del otro lado el Cielo, tal vez alcanzan a rozarlo, a entrar por un
momento en él.
¿Sentís la cosa? Tu mano también lee el libro…”