Pasamos año nuevo en la costa, y solo vinieron la tía y la abuela desde la ciudad. Éramos pocos para lo que suelen ser las reuniones familiares de fin de año donde primos, tíos, abuelos, sobrinos y mascotas nos reuníamos de forma habitual. El tiempo estaba feo. Mucho viento, lluvia, y frío.
Luego de desayunar hicimos la clásica vuelta en auto por la ciudad. Para cortar un poco la mañana ya que no podemos ir a la playa –dijo papá. Después de almorzar, algunos se fueron a dormir la siesta, otros miraban televisión, y yo me quedé leyendo. Me dormí recostada en el sofá una siesta chiquita, por eso mismo la tarde anduvo más rápida y también porque estaban los preparativos para la medianoche.
Tina tomó para sí el acondicionar el departamento y la mesa para la cena. Colgó cosas que hizo con papeles en forma manual, puso velas, roció con papelitos de colores la mesa, que quedaron como senderos en la arena. También puso los platos y los vasos, escogiendo entre los más coloridos y vistosos. Todo quedó muy bonito. Tina se da mucha idea con estas cosas.
Papá había propuesto que jugáramos una lotería de fin de año todos, él dijo: "el gordo de Navidad" y luego se rió porque la Navidad ya había pasado. Los mayores pusieron plata para el pozo. Todos queríamos ganar esa plata para gastarla en la peatonal donde cada vez que pasábamos, todo, todo, nos llamaba la atención. Los grandes no se ponían de acuerdo en cuánta plata poner cada uno. La más generosa era la abuela a pesar de ser una jubilada.
La idea era que luego de cenar jugáramos, de esa forma el año nuevo nos encontraría distraídos y no comiendo o durmiéndonos como nos pasaba algunas veces.
No recuerdo cuándo, tampoco quién, aunque sospecho que fue la tía, no quise preguntar y preferí quedarme con la duda porque me pareció casi mágico ver ahí colgado ese papel en blanco y las fibras de colores. Sobre la puerta que comunicaba el living con la cocina, el papel rezaba: TABLA de los DESEOS, le saqué una foto con mi celular para mostrarla a mis amigas. Sonreí. Todos se pusieron contentos y nostálgicos con la idea.
Un nuevo cachorro… se apuró uno de mis hermanos a escribir.
Porque podamos realizar un viaje en familia al norte o al sur, escribí yo.
Que papá no me hinche con el teclado de la compu (escribió mi hermana más chica)
…
Buen clima, escribió no sé quién. Miré por la ventana. Seguía lloviendo.
Que vivamos felices por siempre (Tiago)
…
menos NO y más SI
adelgazar, escribió la tía.
…
Que la abuela viva cien años!!! Cuando leímos este deseo nos quedamos pensativos y unos momentos en silencio.
A todos nos llamó la atención lo que Tiago había deseado con sus diez años, también nos emocionamos cuando la abuela dijo: “qué voy a desear, ya estoy vieja”, y entonces escribió:
“Que se cumplan todos los deseos de todos lo que quiero.”
La tía daba la hora cada cinco minutos hasta que se hicieron las doce menos un minuto. Miré a Tina que había ganado el pozo de la lotería y a mí me pareció justo, sonreía mansamente. Los cohetes se escuchaban por todos lados e íbamos de una ventana a la otra para ver las estrellas multicolores que se formaban en el cielo. Brindamos con gaseosas y sidra, yo probé un poco. Al cabo de un rato la miré a la abuela que estaba sentada en un rincón, no sé si tenía sueño o estaba un poco triste. El mentón casi le tocaba el pecho. Me acerqué a darle un beso y me quedé. Cuando terminaron los fuegos artificiales juntamos todo y lavamos los platos. Me fui a la pieza a dormir, pero la Tabla de los Deseos me daba vueltas y vueltas. Estoy segura que nadie se durmió esa noche sin haber recordado lo que los otros habían escrito. Lo que habían deseado.