miércoles, 12 de agosto de 2015

PALABRAS CRUZADAS


Hay una costumbre que tenemos con mamá, ella me separa el suplemento de cultura y  la revista que el diario trae los domingos y los va guardando hasta que voy a visitarla.
Visito a mamá dos o tres veces en el año. Visitarla no es fácil. La ciudad en la que vive mamá tiene salida al mar, es un lugar ventoso en verano y muy frío en invierno. No puedo acordarme cuando fue que comenzamos con esta cuestión de las revistas, pero creo que tuvo que ver con cuando edité mi primer libro de cuentos.
Las revistas que mamá me reserva traen para completar las palabras cruzadas en la última página. Los intentos de mamá por hacer el crucigrama están claros sobre la hoja. Es como leer una carta, las letras que han ocupado su casillero tienen un pequeño temblor, es una caligrafía titubeante debido a los años que ella tiene. Las letras un poco movidas son ella en la mesa de la cocina desayunando, o también puede ser ella a la hora del mate. Las letras de los casilleros nunca pueden estar hechas al mediodía o en horas de la noche, a mamá no le gusta modificar las costumbres cuando hace palabras cruzadas.
Cuando hablamos por teléfono ella me cuenta: “Hoy vino Rosa, dice que recibió carta de Guillermo”. Cuando viajo a verla algunas veces voy solo, en ese caso, viajo de noche y en colectivo. Duermo. En general entro en un estado de duermevela durante el viaje donde pierdo años y recupero pedazos de infancia. Llego  a la terminal de la ciudad donde mamá vive y yo nací sintiéndome de buen ánimo. El viento de allá cuando sopla te lava la cara. Eso siento.

Las revistas que voy trayendo se van acumulando en casa, y siempre que comienza el fin de semana me levanto con el entusiasmo de intentar ponerme al día, pero por una cosa o por otra van quedando y se van apilando en el sitio donde las he dejado cuando las traje. “Acción de labrar piedra o madera”, anoto: “LABRAR” y uso las mayúsculas porque mamá escribe con mayúsculas. Siete vertical: “Azar, suerte.” ALBUR. Siento algo muy privado en lograr completar los casilleros que mamá ha dejado inconclusos y en blanco. En realidad es raro que mamá no haya encontrado una respuesta como sinónimo de azar o suerte, además mirando bien las otras palabras que había completado, ya tenía la letra con la que comenzaba la respuesta. A veces sospecho que ella deja los casilleros en blanco para que yo los complete. Vienen las vacaciones de invierno pero mis hijos no quieren ir a visitar a la abuela. Las palabras cruzadas incompletas son un desafío permanente.

Encontré un crucigrama en el que mamá no había escrito ninguna palabra, no había letras. Fue como si ella de pronto no supiera que decirme. Quizás estuviera enojada conmigo. Ver todo un crucigrama nuevo por completar no me gustó. Llamé a su casa esa noche. Atendió mi hermana. Me preguntó que quería. Cuando le dije que quería hablar con mamá, me respondió que no podía atenderme. Dormía. Cuando le pregunté cuando podía volver a llamarla, me respondió que no valía la pena que no escuchaba. Cuando le pregunté si la podía llamar igual, y que mamá me hablara me respondió que hacía tiempo que tampoco hablaba. No llamé a mamá aunque estuviera despierta más tarde. Para qué me dije. El crucigrama en blanco estaba claro.