Estudio para Sol de la mañana - 1952 - Edward Hooper
La
idea comenzó a tomar forma aquel día lunes. Era feriado de carnaval que se
extendía al martes inclusive. Hacía calor y entre las plantas del patio las
chicharras ululaban. Elaboraban un sonido que le dominaba los pensamientos y a
la vez una dulce modorra le pesaba en los párpados y se los cerraba. Desde la
calle llegó el voceo familiar del megáfono, un hombre en una camioneta
vieja compraba cosas en desuso por el barrio. El ruido de botellas chocando y
la radio del vecino acallaron por un momento el frenesí de los insectos. Se
equivocaba, aunque aún no lo sabía, erraba al sentirse tranquilo y cómodo,
aletargado. Había estirado las piernas cuan largas eran y casi traspasaba la
silla al otro lado de la mesa en la que se había ubicado para escribir y para
leer. Ahora agarra la birome y escribe la fecha, siempre escribe la data antes
de empezar, las chicharras reaparecen con inusitada intensidad, sale el sol y
además, escucha que lo llaman. Todo ocurre en forma
simultánea y es too much para que esa idea, la que iba cobrando forma pero
que aún estaba en gestación se diluyera en no sabía exactamente qué, pero se
daba perfecta cuenta que la idea se le había extraviado. Se molestó aunque no
demasiado, estaba acostumbrado a que las ideas se fueran, volaran antes que
llegara a verificarlas y escribirlas, se puso de pie y dejó para más tarde ordenar
las cosas que estaban sobre la mesa. Claudia decía que partía siempre de una imagen, algo distinto y potente, antes de esa imagen ni
siquiera intentaba sentarse a escribir.
Ella
parecía a gusto mostrando las lechosas nalgas, miraba hacia la ventana mientras él veía como los lunares le recorrían la espalda. Pensó que estaba dentro de un sueño. Se
pellizcó y nada ocurrió. Quizás también eso podía ocurrir en el sueño.