Pintora, nació en Berlín en 1917 y murió en Auschwitz en 1943.
La imagen que
ilustra la tapa del libro que noveló David Fuenkinos (Charlotte, Alfaguara, 2015) me
conmueve, es Charlotte a una edad incierta que puede estar alrededor de la
veintena de años. En la pintura, una estela de corazones surge de su mente.
Ella está de rodillas y sentada sobre sus piernas, se la ve sumergida en un estado
intenso de introspección. A pesar del colorido del conjunto, una triste
nostalgia invade al observador. La pintura de Charlotte Salomon es colorida, y su trazo, además de ciertos
rasgos en la fisonomía de las personas que ilustra, me hacen recordar a Van
Gogh.
Suelo ingresar a
determinados libros con precaución, quizás advertido por una reseña o el comentario
de un amigo. Ya en la librería recorro las mesas evitando la ayuda de los
vendedores, voy descubriendo los títulos y tapas que llaman mi atención.
Siempre reflexiono sobre la importancia de un título o una buena tapa. Agarro
el libro y lo sopeso, es lo primero que hago, a continuación leo la contratapa,
cuidando de evitar los comentarios siempre elogiosos de críticos, autores
reconocidos y periodistas. Si lo leído sostiene la expectativa de origen, lo
abro, paso las hojas, testeo la calidad de la edición y leo como empieza.
Conmovido por la lectura de la novela de Fuenkinos,
valgan estas líneas homenaje,
a su lucha por la vida misma.
a su lucha por la vida misma.
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