Tomo
esta foto con la que acompaño el relato de hoy mientras voy camino del trabajo.
Casi siempre me bajo del colectivo unas cuadras antes porque me gusta caminar. Mi
trabajo queda cerca de la Plaza de Mayo, cruzo por el frente del asentamiento
de mis ex compañeros de 1982, un poco más adelante y enfrente, las paredes de
granito del Ministerio de Economía muestran los rastros de la revolución del
55. La fachada de la Casa Rosada observa indiferente.
Hace 35 años mi abuela vivía y cada
tanto almorzaba con ella en el intermedio de las clases de la universidad. Yo
estudiaba en la Universidad Nacional del Sur (en Bahía Blanca) la carrera de
Ingeniería Civil. El año anterior había hecho el servicio militar y me habían
dado la baja recientemente, lo pasaba bien estudiando y en ese
entonces estaba de novio. El primer recuerdo que tengo de aquella guerra es el
de unos compañeros conversando en la clase del profesor Romanelli, decían que
habíamos recuperado las islas Malvinas y había cierta euforia en sus palabras.
El día 6 de abril a medianoche, un soldado tocó el timbre de casa, la nota que me entregó decía que tenía que
presentarme al día siguiente en el batallón donde había hecho la colimba. Me
presenté y no volví a mi casa hasta bastante después de finalizada la guerra, corría
el mes de julio de 1982.
Todo
es historia en estas pocas cuadras alrededor de la Plaza de Mayo, como el
asentamiento de los ex combatientes, como yo caminando por acá el día de hoy,
como los agujeros en el granito del bombardeo del 55.
Mi
abuela murió y yo la recuerdo con afecto y cariño. Me recibí de ingeniero y
también recuerdo esa época de estudio con alegría y satisfacción.
Mis
ex compañeros de 1982 como yo formamos parte de una guerra. Así nos recuerdo. Así quiero que nos recuerden. Han pasado muchos
años desde aquella época, creo que ya es tiempo de que así sea.
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