El
tiempo está demorado en las caras dormidas de la gente, y también se detiene en
el silencio del pasillo durante la madrugada. El tiempo no pasa acá en la
guardia psiquiátrica del Hospital Penna.
Pareciera
que hasta las urgencias y los accidentes dejaran de ocurrir, ni siquiera los
ronquidos de Sergio o sus gritos cuando está despierto, ni siquiera el andar
minúsculo de la señora Castro escapándose con su bolsito de mano por la puerta
principal mientras los guardias toman mate, ni siquiera la presencia del psiquiatra
modifica las cosas.
Mi
hermana gira y gira en la cama y cada tanto me pide agua y dice que la van a
asesinar si se duerme. Quién podría dormir así. Sergio en la habitación de al
lado aporrea el tabique mientras mi hermana sigue dando vueltas en la cama. Dormite
que son las tres de la madrugada!, le exijo, le grito con mi agotamiento, con
mi nerviosismo, con mis ganas de no estar ahí al pie de su cama viéndola decir
cosas que no tienen sentido, viéndola que no puede abrir los ojos por la
medicación, viéndola ir al baño apoyada en mí. Dormite!, vuelvo a gritarle.
Hay dos
realidades, la de ella en la que unos
hombres la persiguen y quieren matarla, y la mía que tengo que reflexionar para
estar seguro de cuál es la verdad, de qué está ocurriendo. Sin embargo hay una
consecuencia común en ambas realidades, quién podría dormir así. Quién.
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