jueves, 3 de marzo de 2011

FOTO DE NAVIDAD

Estoy contenta pero no, bueno en realidad sí porque esta noche es, pero para mí ya no va a ser tan pero tan, por eso estoy así, como metida en el agua, que se yo, como flotando entre lo que creía y lo que sé ahora. Mamá me dijo, no en realidad no me dijo nada, sino que la oí hablar con la tía, es que ella en general cierra la puerta que da al comedor cuando no quiere que escuchemos de que habla, pero algunas veces se descuida, y hoy fue una de las veces de descuidarse.
Ya el sol casi se fue, se está haciendo de noche, pero está tan linda el agua de la pileta que no tengo ganas de salir y tampoco tengo ganas de nadar.

Escucho los sonidos de la casa, me llegan las risas y las conversaciones de todos, es un mezcolanza que me acaricia, como cuando papá me pasa la mano por el pelo, pero yo no tengo ganas de que me hagan mimos ni de reírme, apenas me sonrío. Triste sonrío.

La tía me sacó una foto pensando que no la veía, sin embargo yo la miraba dando vueltas y vueltas porque las luces del arbolito la delataron, hasta en un momento pensé que la tía andaba chapita y bailaba sola, y atravesando el ventanal lo veo venir a Simón con su andar desparejo, qué chiquito que es, hasta me parece más chiquito ahora que la escuché hablar a mamá sin que se diera cuenta que se había descuidado y ella que no se cuidó de decir lo que dijo delante de mí, aunque claro es que ella no podía verme adonde yo me encontraba detrás de la puerta sin cerrar, y por eso hablaba como habló y cree que yo no la escuché porque no estaba delante de ella. Tengo ganas de llorar.

Simón, mi primito, va al jardín y él sí que no tiene problemas, eso es lo que yo pienso, aunque pensándolo mejor mamá también piensa que nosotras no tenemos problemas y así anda el mundo, pobre Simón. Y detrás de Simón siempre los veo venir a la tía o al tío, atentos a que el petisito no se meta en líos, uy viene derecho a la pileta y la tía corre. Lo alcanzó. Creo que me voy a tener que aguantar las ganas que tengo de llorar, que no se me note, por Simón digo, por Simón y por Sofía, aunque por Sofi no creo, seguro que ella ya lloró. Tengo que preguntarle, porque eso me va a hacer sentir mejor. Sí, tengo que preguntarle a Sofía si ella ya lloró, se me ocurre porque es más grande que yo, pero dicen que los grandes no lloran y como puedo preguntarle sin decirle porqué le pregunto, a ver si todavía no lloró y la hago llorar como una pavota, como las ganas que tengo de hacerme agua, como esta pileta.
-Noe, Noeeeee, vení a cambiarte para la cena, salí de la pileta de una buena vez que te va a dar frío.
Ahí está mamá a los gritos, “Ya voy, ya voy”, ufa, qué pocas ganas de salir, aquí me siento con ganas de llorar pero no tanto, me parece que si veo al arbolito no voy a poder aguantarme y me largo a llorar. Otra vez mamá llamándome a los gritos, “Ya voy mamá, ya vooooy”. La tía se lo llevó a Simón orejitas para adentro y los veo mezclarse con los colores del arbolito como si anduvieran por sus ramas. Sí, es cierto que se puso fresco, mejor entro por la puerta de atrás que da a la cocina así no me ven la cara de ganas de llorar.

-Mami, donde puedo dejar la carta para Papá Noel.
-Dámela a mí que yo la pongo en el arbolito.
-Pero no te vayas a olvidar.

Para mí la fiesta verdadera pasa en la nochebuena, a mí me gusta más, y cuando esté pasándome dentro de unas horas la nochebuena estoy segura que me van a dar ganas de llorar, y sin embargo cómo puede ser que todos estén tan pero tan contentos, será porque ya se olvidaron de que lloraron una vez en nochebuena, habrán llorado como yo tengo ganas de llorar y que sino fuera por Simón y casi porque no sé si Sofi lloró o no lloró, lloraría mostrando este asqueroso aparato de ortodoncia que mamá dice tengo que usar por dos años, ¡dos años!, gritaría, ahhhhhhhhhhhhhh, y la lengua que no me entraría en la boca de grande y roja que se me pondría. Salpicaría todo. ¡Porqué!, porqué habré escuchado lo que charlaban en la cocina, no hay derecho que se olvidaran de cerrar la puerta, estoy molesta y también enojada. Me enojé. Ahora la veo a la abuela charlando con mamá y con la tía, de qué hablarán que la abuela se ríe así como cuando el abuelo todavía estaba con ella y no como si no estuviera ni con ella ni con nosotros, lo extraño al abuelo y Sofía que no sé por donde andará, para mí cuando uno ve en el almanaque diciembre, es como que todo se pone más lindo y con más color, hasta el paisaje que normalmente ponen en el almanaque es bien colorido, en diciembre los grandes tienen otro brillo en los ojos, algunos de alegría y otros padecen de ojitos tristes y te miran como diciéndote con la mirada, “Ojalá que no crezcas, estás tan linda”, y los sonsos que no cierran la puerta. Con Sofi hay veces que cuando la abuela o mamá nos miran así, de ojos melancólicos nos aprovechamos un cachito pero sin mala intención, hacemos como que queremos ayudar en casa, y nos ofrecemos para la cocina, o a barrer, o a ir al almacén y siempre ligamos algún billetito o nos dejan parte del vuelto para ir al kiosco. En Navidad es lindo porque los retos de los mayores luego de las travesuras no parecen retos y las penitencias se terminan antes de cumplirse. ¡Porqué mamá no cerraste la puerta, si siempre la cerrás! Noe, lo que ocurre es que es tiempo ya.

Quiero que escuches, que te escuches. Te lo vengo diciendo con las puertas.

Creo que los días previos tienen una mezcla de pausa y de vértigo, y es que todo el mundo aparece muy pero muy apurado haciendo compras, cocinando, hablando con amigos, organizando vacaciones, quejándose del tránsito y del calor y llegando a la cama mo-li-da, eso es lo que vemos con Sofi cuando mamá y papá comienzan a levantar los platos de la mesa y nos mandan a dormir con cara de “por favor vayan a acostarse” y nosotras obedientes pero…, les decimos hasta mañana y nos vamos a lavar los dientes. En general el humor va y viene desde la empalagosa melancolía que surge de los cantos en las iglesias a cierta preocupación inminente que llega de la mano de aquellos familiares cuyo trato no practicamos muy a menudo porque los vemos solo para las fiestas de fin de año o en los funerales. Y esto nos genera una inquietud muy similar a la espera de un regalo, porque con un regalo pasa que deseamos que en él esté eso que hemos ido anunciando y pidiendo en las cartas, o eso que ha sido comentado con abuelos y con primos, nunca con los padres o con los tíos, ya que no sería entonces algo infantil. Es decir para que Papá Noel se entere pero sin saber que nosotras sabemos que tenemos ganas de llorar en esta nochebuena porque mamá dejó la puerta abierta, esa puerta que siempre cierra, o mejor sería decir esa puerta que siempre cerraba.

La Navidad se hace presente mucho antes de que sea Navidad, y esa intensa expectativa se vuelve más y más expectativa, y vemos a los mayores en los negocios que hay alrededor de la plaza del barrio abordando las jugueterías, sitiándolas, agobiando a los vendedores y agobiándose mientras nosotros nos hamacamos en los juegos de la plaza o tomamos un helado en lo de Cristóbal con ese billete buena onda que nos dio mamá o la abuela. El mundo creado por ese anhelo es tan fuerte y tan difícil de explicar que aún siendo nuestro regalo el deseado, no podemos dejar de sentir la brisa de la decepción, quizás porque una vez conocido aquello que hasta hacía nomás un rato no conocíamos, estamos perdiendo algo.

Perdemos. Hoy es nochebuena, ahora perdimos ese desconocimiento que ostentamos detrás de la puerta, salgo de la foto que me sacó la tía, siempre perdemos con la puerta abierta, se puso el sol y hace frío, y que en definitiva es lo que podría haber sido pero que no fue así, y detrás de la puerta sigue escuchándose con claridad como conversan. Voy a entrar por la puerta de atrás porque no quiero que me vean que sé lo que sé. Hoy es nochebuena otra vez y las cartas ya están en el arbolito para que nadie vea lo que habla mamá que hace tiempo dejó de cerrar la puerta. Aún así no dejo de enojarme. Me enojo otra vez, como Sofi y como papá que también están enojándose detrás de la puerta, y ahí viene otra vez el petisito, uy, casi se tropieza con ese andar desparejo y menos mal que atrás viene la tía, a rescatarlo a Simón antes de que se caiga y se moje… detrás de la puerta que mamá ha dejado de cerrar.

2 comentarios:

ALVIT OILLART dijo...

Muy tierno.Me gusto mucho

Anónimo dijo...

Muy del estilo de tus primeros cuentos aplaudo tres tiernos hallazgos :

es una mezcolanza que acaricia

ojalá que no crezcas, estás tan linda

y los sonsos que no cierran la puerta

Feliz Navidad ,

Deb