sábado, 11 de junio de 2011

LA PLAZA


Es domingo en la mañana y los sonidos de la niñez me rodean. Salí con mis cosas como siempre que quiero pintar un cuadro, escojo cuidadosamente del bolso los sustantivos que voy a utilizar y comienzo a esbozar las líneas, al principio gruesas, toscas, sueltas, retiro un tanto el lienzo, lo acerco, un abuelo me observa ubicado bajo su sombrero. Busco en la caja de los adjetivos algún color que impacte, para un niño el rubio, para un columpio el rojo, para el carrusel que inmóvil fondea el tiza. Descubro que me faltan los verbos para coser la pintura de sustantivos y de adjetivos.

Imagino que puedo mirar al sol y lo hago, su centro es tan potente que la lluvia de reflejos me hace pestañear sumisión indecibles veces. El sol se deja admirar, el abuelo ha vuelto a su diario, los pájaros a sus rumores en el aire aún con resabios del rocío.

La arena en el rostro del columpio de un niño que me habla de otro niño que juega que llora que está con su risa con su hambre de colores de niños que se buscan sin saberlo que se observan sin mirarse y se encuentran sin buscarse y se juegan y se ríen y se sienten, que han encontrado quién…

                                                                                                                                            
“Una vez viví algo al ser joven como vos,

pensé era el inicio de la felicidad,

no me daba cuenta que eso,

era la felicidad”

3 comentarios:

Anónimo dijo...

cuánta ternura pero también cuánta tristeza, muy sentido.
Mirta

DANIEL FUSTER dijo...

Hola Mirta, diste en la tecla, es cierto, mucha melancolía...
te mando un saludo
Daniel

Besame otra vez, Ingrid dijo...

Ese encontrarse con uno mismo. Con los sueños, las ilusiones, el pasado y el futuro en ese presente lleno de colores y palabras. Alberto