"La noche estrellada" de Vincent van Gogh
Anoche se puede
decir que me desmayé en la cama mientras leía. Hubo un momento en el que me
recuerdo despierto, y después nada. Hay olvido, cierta confusión y un precavido dolor en la nuca debido a la posición en la que me
dormí, las almohadas una sobre la otra, el cuello exigido y torpe en una
torcedura contra el cabezal de la cama. Fue como una sorpresa
encontrarme así, mirar el reloj y darme cuenta que eran las dos de la
madrugada. No fue una buena noche,
aunque tampoco podría decir lo contrario, fue más bien una noche diferente.
Recuerdo trozos del sueño que tuve y en el que estabas. Es que ayer pasé por donde vivías, y quizá todavía vivas. Perdí
la cuenta del tiempo que hace que no te veo, perdí también parte de los rasgos
de tu rostro, evito buscarte en las redes sociales, prefiero el recuerdo, la
imagen que construí de vos, la de aquella risa y el color de tus ojos, el abismo celeste que
se encendía cuando lográbamos encontrarnos íntimamente.
Caminé por la
Avda. de Mayo contento, en realidad me llevó la necesidad de conseguir una
medicina que solo parecía encontrarse en una farmacia de esa zona. Me hallé
sonriendo tontamente ante la paradoja de ir a buscar una droga y descubrir que
esa droga solo se hallaba donde vos vivías. En el sueño conversábamos y a medida
que lo hacíamos yo descubría con tristeza la distancia de tus palabras y la de
tus movimientos, olvidé como fue la despedida. Hubiese deseado que en ese sueño
al menos hiciésemos el amor, hubiese querido cruzarme con vos en aquellas
cuadras, que me salieras al paso, te imaginé charlando en una mesa de los
tantos cafés y bares de la avenida mirando lánguidamente por la ventana.
Recordé a la Maga y a Oliveira de Cortázar, "... Andábamos sin buscarnos
pero sabiendo que andábamos para encontrarnos...", sin embargo cuando me fui
a tomar el tren y regresar, un chico tocaba una melodiosa música con su bajo
sentado en un banco de la estación, y en lugar de nostalgia y tristeza, sentí
un placer extraño que se parecía mucho a la tranquilidad, y me sentí a gusto
ahí de pie yéndome y a la vez no.
La realidad del
tren con sus ruidos, olores y empujones no logró quitarme esa sensación, ya
ves, ni a la noche que soñé contigo, ni hoy en esta madrugada mientras escribo
y aún sabiendo que otras manos habrán bailado con tu cintura y que tal vez otro cuerpo
habrá dormido junto al tuyo. Ninguna cosa que piense o imagine logra evadirme
de ese dulce recuerdo, ya ves, y me pregunto porque será, y recuerdo que estaba la noche estrellada.
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