miércoles, 16 de septiembre de 2015

NO MIRES, NO PIENSES, NO HABLES

RACIMO, Diego Zúñiga
Literatura Random House, 248 páginas
Novela



por Daniel Fuster

Definición: La violencia de género es un tipo de violencia física o psicológica ejercida contra cualquier persona sobre la base de su sexo o género que impacta de manera negativa su identidad y bienestar social, físico y/o psicológico.

Compré la novela sabiendo que tenía por delante un viaje de muchas horas a la ciudad de Córdoba. Y que con los kilómetros por recorrer, dispondría  del tiempo necesario, para pensar y reflexionar sobre el contenido y la forma en la que el autor desandaría algo tan doloroso y vigente, como es la violencia de género.
“Un cuerpo a un costado de la carretera: una silueta, el pelo largo hasta la cintura, una mochila, un jumper, los focos del auto que la iluminan en medio del desierto, de la noche.”

Así comienza la novela de Diego Zúñiga, un escritor de 28 años que tiene cara de chico, y en las fotos se lo ve casi siempre sonriendo, o mirando a la cámara con cierta picardía. La novela que acaba de llegar a la Argentina, “Racimo”, es una novela sobre la violencia. Una violencia que está basada en hechos reales ocurridos en Chile en la década del ´90.
Un pueblo receloso de la gente de afuera recibe a Torres Leiva, un fotógrafo de bautismos y casamientos, quién ha llegado a Iquique a probar suerte en el diario local. Esta es la voz que el autor utilizará para mostrarnos una ciudad y sus alrededores, marcados por la pobreza, sitios donde es preferible no vivir, donde los que llegan, casi siempre lo hacen pensando que están de paso, y si llegan a quedarse es porque no tienen alternativa.
“Piensa en cómo hubiera sido sacarle fotos a ella ahí, tirada a un lado de la carretera. Esa imagen se repite y se va a repetir por mucho tiempo en su cabeza.”

El fotógrafo va cubriendo notas para el diario, y mientras esto hace pasan cosas al parecer irrelevantes, poca cosa. Un perro ladra en la hora de la siesta. Un almacén cerrado. Un control de carabineros. Una persona que mira desde una ventana. Y sol. Y viento. Y calor. Y el desierto cerca, cada vez más cerca.
“El sol empieza a bajar, despacio. Los colores cambian. El sabor de la tierra en la boca. Torres Leiva lo mira, pero finalmente el carabinero no dice nada. Se sube al auto y parten hacia las fábricas. Se llevan el bolso con su cámara.”

Algunas chicas del liceo Pedro Prado de edades entre los 12 a los 15 años desaparecían. La gente las busca por los alrededores. La policía hace muy poco al respecto.
“Esa noche fueron a Carabineros a poner la denuncia, pero les dijeron que esperaran, que quizás estaba en la casa de alguna amiga o de algún familiar y que ya iba a regresar. Pero no regresó.”
Entonces ocurre algo. El fotógrafo se topa en la carretera con una “niña”, así las nombra el autor en la voz de los periodistas, de Torres Leiva, de García. Así las nombran los familiares, los amigos: “la niña”, “las niñas”. Así las seguirán nombrando siempre, incluso cuando se encuentre al responsable, cuando se lo sentencie, y sin embargo, y a pesar de que un padre, una abuela, un tío, las sigan llamando así, hace tiempo que han dejado de serlo.
 “La niña respira, pero no abre los ojos. Hay un sueño –en el sueño de Ximena- una historia de horror, piensa Torres Leiva, un relato quebrado y lleno de miedos, un lugar imperfecto, el viaje que nunca podrán reconstruir.”

Contada en la primera persona del fotógrafo, la novela avanza mostrando una realidad de ciudades lejanas de la capital. Lugares que han ido surgiendo debido a la explotación  de los  recursos locales. Sitios que han ido adaptándose a la rigurosidad del clima y también a la soledad de sus gentes. Porque si algo está presente a lo largo de la novela es ese silencio abrumador de los pobladores, y el menosprecio de una policía conscientemente inoperante.

Diego ZÚÑIGA, un escritor para seguir descubriendo.

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