miércoles, 16 de julio de 2014

DESAYUNO


El hombre no se había puesto los zapatos, seguía con las pantuflas con las que se había levantado, miró como desayunaba su hijo. El chico parecía estar algo dormido, aún no eran las siete. 
-Samy, lo llamó, qué tenés hoy después del colegio. 
Por unos momentos la cara del chico reflejó cierta sorpresa, no parecía comprender la pregunta. 
-Tengo Inglés, dijo finalmente el chico.
En el pasillo la mujer hacía algunos ruidos, estaba recogiendo cosas, ordenaba mientras se acercaba hacia donde ellos estaban desayunando. Afuera ladró el perro. 
-Cuánto hace que vas a Inglés, ¿dos, tres años? 
-Dos años seguro, dijo el chico y se quedó pensando en lo que había dicho. 
-¿Te gusta?, insistió él, le había molestado la breve respuesta de Samy. 
-Sí, aseguró el chico, parecía convencido.

El hombre abrió el libro donde estaba el señalador y bebió algo que humeaba en su taza. Leyó un párrafo, cuando estaba por comenzar el siguiente la mujer que llegaba con algo en la mano le habló. Se miraron, ella pareció esperar que él dijera algo pero él no dijo nada. El chico miraba un punto fijo en la mesa, se había sentado con las manos debajo del pantalón porque tenía frío. Todavía no se había puesto el buzo del colegio.

-Papá, dijo de pronto Samy, necesito plata para unas fotocopias. 
El hombre no lograba concentrarse en lo que estaba leyendo. Le extendió un billete de diez pesos que el chico agarró sin agradecer. La mujer trajinaba en la mesada, guardaba unos platos y los vasos de la noche anterior en la vitrina. Los cubiertos tintinearon alegremente cuando los dejó caer en el cajón correspondiente. La escuchó canturrear una melodía cuando iba hacia el lavadero con el cesto de la ropa sucia. Se oyó que estaba poniéndola en el lavarropas. Los sonidos le llegaron a través de un siseo modificados por el ruido del tambor que había comenzado a girar. El viento sacudía la ventana que había quedado apenas abierta, todavía estaba oscuro. 

Volvió a mirar al chico que no tomaba la leche. Samy empujó la silla hacia atrás y se puso de pie. Se parecía al abuelo, tenía sus ojos. La claridad en  los ojos del chico era por momentos verde y por momentos gris. Samy se metió en el baño y el hombre se encontró disfrutando de la soledad del comedor. Esperaba.
-No venís con nosotros, te dejo cerca de donde salen las kombis, dijo la mujer sin dejar de hacer lo que estaba haciendo, ahora estaba en el living corriendo las cortinas. 
-No, dijo el hombre alzando la voz, me quedo un rato más, quiero leer un cuento antes de ir a trabajar, respondió fijando la vista en el libro. 

La mujer apareció con la cartera en una mano, las llaves del auto en la otra y el chico detrás de ella como una extensión de su cuerpo. Samy ya se había puesto el buzo con el logo del colegio y tenía la mochila al hombro. El hombre permaneció sentado frente al libro, desde ahí los vio irse. Cuando se iban, el chico lo miraba desde sus ojos grises.  Algo que no llegaba a formarse totalmente en una idea en su pensamiento lo seguía molestando y le impedía concentrarse. Los pies del hombre se removieron dentro de las pantuflas con satisfacción.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Qué escena Daniel! qué clima! bs Elsa

Anónimo dijo...

Muy muy bueno Daniel. Laura

Anónimo dijo...

EXCELENTE DANIEL!!!
RICARDO

Anónimo dijo...

siempre sorprendiéndonos, muy buen relato Daniel Sil