Tengo esperanza porque en ella están
las únicas notas que interceptan el silencio.
Cada nota es una esperanza, mientras que el silencio
no posee ninguna esperanza más que la de ser una nota.
Luis Alberto Spinetta
las únicas notas que interceptan el silencio.
Cada nota es una esperanza, mientras que el silencio
no posee ninguna esperanza más que la de ser una nota.
Luis Alberto Spinetta
He perdido el movimiento de mi pie izquierdo, fue por una corrida que hice el miércoles pasado, una verdadera paliza diría mi amigo Ricardo, me cuesta aún reconocer que solo han pasado dos días, o fueron tres, me parece que también he perdido la cuenta, acaso serán más de tres días, y además he perdido el razonamiento de mi pierna izquierda y siento un cosquilleo en mi brazo derecho, qué calor que hacía afuera, y adentro, lo que se dice adentro, en el interior del cuerpo, no, ahí la temperatura era agradable, como un pensamiento de agua fresca, he perdido el color de aquel día, ahora mismo, la pantalla en la cual aparece lo que escribo tiene luz pero le faltan los tonos, parece una enorme pupila, casi un ojo sin iris, no se la escucha como el día anterior al miércoles, he perdido la virtud de escuchar, quizás también pueda ser eso, y me cuesta alzar el brazo derecho, y las articulaciones se resisten a obedecerme a tontas y a locas y aunque las acaricio, y las llevo a caminar, y hemos ido con ellas a los negocios y paseos que frecuentaban, he perdido su confianza, yo creo que ellas están sintiendo el abuso de mi personalidad, sí, eso debe ser, he perdido la rodilla derecha, me di cuenta cuando quise subir la escalera en el trabajo, la rodilla izquierda hizo lo que en ella es habitual, se doblegó antes de que se lo pidiera, pero la rodilla derecha se mantuvo erguida y soberbia, y me sorprendí cuando me encontré con la humanidad en el piso, nos miramos agresivamente, con cierto rencor diría, ella no se inmutó y yo me di cuenta que había perdido el habla, sí he perdido la comunicación con mi cuerpo, creo que a consecuencia de ése día miércoles, qué calor que hacía aunque yo había encontrado la sombra de unos árboles mientras me iba perdiendo cosas, antes de ir perdiendo otras, refrescó, escucho el frío batallar con el canto de los pájaros que se creen que aún estamos en primavera y cantan y cantan, he perdido el humor, están todos discutiendo que hacer hoy, si doblarse cuando se sube la escalera, si escuchar lo que dicen los otros, si recordar el día nuevamente, parecen haber recobrado el entusiasmo por convivir en la sociedad otra vez, he perdido las ganas, no logro resistir el empuje de los omóplatos y del agua, me apoyé con fuerza sobre el escritorio, me duelen las manos, los dedos y la falta de palabras, he perdido la risa, y olvidé el gusto por apoyar allí mis labios, acabo de restallar un libro, lo apoyé luego en la mesa y lo vi relajarse, he perdido el interés por él, por lo que está escrito en él, por el olor y el color de sus hojas, por encontrar quién diseñó su tapa, por el prefacio y el epílogo, por saber dónde y cuando fue editado, por hacer correr sus hojas en mis manos como si fueran caricias, por llevarlo conmigo de viaje y tomarlo en el tren o en el colectivo, he perdido, la página que leí aquel día cuando fui perdiendo el sonido y el silencio de cada una de las partes de mi cuerpo ese día en el que he perdido la cuenta de los días que he perdido y que no puedo pasar de la página en la que estoy aún perdido buscando el último párrafo que había estado leyendo antes de haber perdido aquel día la elasticidad de la piel y el brillo de los ojos.
Noviembre de 2008