Novela, 352 páginas, Salamandra.
distinguida con el Desmond Elliott Prize 2012
Hay libros que
no sueltan.
Es decir, libros
que no te permiten dejar de leerlos, o si tenés que hacer otra cosa estás
deseando volver a ellos para ver como sigue la historia.
Hay libros que
tienen la voz de un chico.
Dicen que los
chicos no mienten, eso es lo que ocurre, entonces leer una historia narrada
desde el punto de vista de un chico, tiene la brutalidad de la verdad lisa y
llana.
Hay libros que
además cuentan situaciones cotidianas y normales.
Que desprenden
una tranquila normalidad que sacude.
Grace McCleen es
una joven galesa que escribió un libro que no suelta, que tiene la voz de
Judith, una nena de diez años y que
cuenta las cosas que esa nena vive ligada a un mundo, donde la religión es
excluyente, donde el Armagedón, es decir el fin del mundo, está a la vuelta de
la esquina.
Judith crea “Un
mundo soñado” en su habitación. Con trocitos de telas, latas, cartones,
alambres, vidrios y lápices de colores, esta chica tan particular y muy sensible,
crece, y lo hace rodeada de estrecheces, tanto materiales como afectivas. Pero
Judith también tiene esperanza como cualquier chico, que su papá le sonría y haga
una caricia, y que también le vaya bien en el trabajo para que deje de
angustiarse. Su mundo soñado.
Estructurada en
capítulos breves, organizada en V libros (hay un guiño bíblico en ello), los
diálogos que Judith sostiene con la maestra, con sus compañeros, con los
vecinos y con dios; motorizan la novela. El lenguaje es simple y transparente. Un
libro para el asombro, que se disfruta y obliga a reflexionar.
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