Silvia HOPENHAYN, Alfaguara, 2013
Daniel Fuster, 11 de Diciembre 2013
Dice Hopenhayn
en el prólogo :
“Es una rara sensación de acople entre el texto que voy leyendo y mis ansias de compartir el efecto de su lectura; como si pescara algo intrépido de lo humano que aparece en lo escrito, y quisiera atraparlo antes de que se funda nuevamente en la historia… “
“Es una rara sensación de acople entre el texto que voy leyendo y mis ansias de compartir el efecto de su lectura; como si pescara algo intrépido de lo humano que aparece en lo escrito, y quisiera atraparlo antes de que se funda nuevamente en la historia… “
La
presentación del libro fue en DAIN Usina Cultural el pasado jueves 5 de
diciembre, y el panel estaba compuesto exclusivamente por “Libreros”, pero cabe
aclarar aquí lo siguiente, transcribo los conceptos de Natu Poblet (Clásica y
Moderna): “Yo creo que estamos convocados como lectores
antes que como libreros“. Y el desarrollo del
encuentro-presentación le dio la razón, porque hablaron de la lectura, de su
intensidad, del placer de la misma, de la necesidad de compartir esas lecturas,
del deseo de recomendar un libro.
Alguien dijo, “La lectura es una pasión que a menudo despierta otra: la de recomendar”.
Esta no es una
reseña común sobre un libro, porque el libro no es un libro común. Para
comenzar el título es una pregunta, que no deja de ser un cierto desafío, o una
incomodidad como bien expresó con humor Luis Mey (flamante Premio Ñ 2013).
La dedicatoria
que se encuentra al final rompiendo cánones literarios es otro de los detalles
singulares del libro, y es por cierto muy bella:
“A mi padre, Benjamín
Hopenhayn, por su cuidado de las palabras y la alegría de la lectura, in memorian.”
El espíritu del lector está
reflejado en esta poesía:
“Ah, ese frescor en la
cara de no cumplir un deber/ Faltar es, positivamente, estar en el campo./ […]
Respiro mejor ahora que ha pasado la hora de las citas./ Falté a todas, con
deliberación en el descuido/ […] Soy libre frente a la sociedad organizada y
vestida./ Estoy desnudo, y me zambullo en el agua de mi imaginación./ Es tarde
para estar en cualquiera de los dos puntos/ donde debía estar a la misma hora…/
Pues bien, aquí me quedaré soñando versos y sonriendo en cursiva./ ¡Es tan
graciosa esta parte lateral de la vida! […]”. Extracto del poema de Álvaro de Campos (heterónimo del poeta
Fernando Pessoa) incluido por la autora en Día del
lector: el nacimiento de Borges.
Noemí Bank (Librerías Santa
Fé), nos trajo anécdotas de la infancia de Silvia, cuando su padre la llevaba a
la librería a escoger sus lecturas. Nos cuenta la
misma Silvia en La palabra que inventó
María Elena Walsh. “Uno de mis libros de
cabecera, en el sentido literal de la palabra, un libro que durmió debajo de mi
almohada, que se cayó de mi cama, que me esperaba despierto en la mesita de
luz, o sea, que siempre estuvo cerca de mi cabeza, al menos en mis primeras
lecturas, fue publicado el mismo año en que nací. Dailan Kifki, de María Elena
Walsh… Yo tenía algo de ese elefante y quería que ese elefante tuviera algo de
mí”.
Cuando a Silvia -que realiza una columna
semanal para el diario La Nación- el día anterior le preguntan sobre que va a escribir, responde
invariablemente: “No lo sé”. En esas tres palabras sobreviene el porvenir, cierta esperanza,
una ilusión, una sorpresa que también es una incerteza. Es como el comienzo de
la lectura de un libro nuevo. Imagino a Silvia sentada en su escritorio de
espaldas a una ventana, es media mañana de un martes. Cuando alza la vista y observa
su biblioteca, el cursor titila en el archivo que ha abierto en su pc. Piensa
en las novedades que ha recibido durante el mes en curso y que se apilan en una
esquina del escritorio, tiene los lentes puestos, sonríe al recuerdo de alguna
anécdota o hecho reciente, de pronto se instala la serenidad en su rostro, no
hay apremio, pero si decisión, ha logrado atisbar lo que quiere escribir y
sonríe, se divierte imaginando el transcurso de su columna, recorre y reconoce
los bordes que impone la edición de la misma en el diario, ¿Leíste todo esto
reseñado en tu libro?, le pregunto. Silvia suspira y contesta, aunque en
realidad piensa: “Es apenas una parte”, pero no me responde porque no estoy ahí.
Me quedo pensando en ese apenas como un pedazo de mar en el que nos damos un
chapuzón, el mar tan vasto, tan inalcanzable, tan inalterable; y en lo
parecidas que son las sensaciones de sumergirse y de vastedad con el mundo de
la lectura.
La presente reseña ha sido publicada en Casa de Letras, Escuela de escritura y oralidad,
Silvia HOPENHAYN, (1966), escritora y periodista
cultural. Dirigió el suplemento El
Cronista Cultural; fue columnista de libros en radio; condujo en televisión
programas literarios, los más recientes, “Mujeres x Hombres” y “Hombres x
Mujeres”, recibió los premios Julio Cortázar de la Cámara Argentina del Libro,
Konex de Oro, ATVC y FundTV. Fue corresponsal para Televisión Española del
programa “Los libros” e integró el Jurado del Premio Alfaguara de Novela. Es
coatura de los libros de ficción Cuentos
reales (2004) y La espina
infinitesimal (2006), y autora de la novela Elecciones primarias (Alfaguara, 2011) y los libros de
conversaciones con escritores La ficción
y sus hacedores y Ficciones en
democracia. Tradujo, entre otros autores, a Gérard de Nerval y Jean
Cocteau. Actualmente, es Jurado del Programa Sur para la traducción; escribe
una columna semanal, “Libros en agenda”, en el diario La Nación; realiza el ciclo “En busca de un personaje” en la Casa
de la Cultura (FNA) y el taller de lectura “Clásicos no tan clásicos”. Es
docente de Casa de Letras, dictando cursos de Lectura y Análisis de textos.
2 comentarios:
Daniel me gustó mucho esta entrada, la conozco a Silvia. Un saludo, Mariela
FELICITACIONES DANIEL! Mirta
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