El cielo se parecía a
un océano que reclamaba ser nadado, y lo curioso era que no me encontraba en la
costa de ninguna playa, tampoco era el borde de un acantilado, estaba sencillamente en la ciudad.
Estar así era como sentirse al revés
de algo, como la certeza de estarlo soñando sin el clásico temor a que un
sonido cotidiano y reconocido, me colocara con los pies en la vida.
Me permití así nadar aquel
mar que se descolgaba de mi pensamiento en el trayecto por el sueño, y
llegué.
¿No escuchas el remolonear que la cerradura produce ante el contacto de la llave?
¿No escuchas el remolonear que la cerradura produce ante el contacto de la llave?
¿No ves acaso que estoy intentando
abrir la puerta?
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